Estrés
ESTRÉS: del inglés stress, «fatiga», es una reacción fisiológica del organismo en el que entran en juego diversos mecanismos de defensa para afrontar una situación que se percibe como amenazante o de demanda incrementada.
El estrés es muy personal; es decir, lo importante no es lo que te ocurre, sino como te tomas lo que te ocurre. De hecho nosotros no nos estresamos todos por las mismas causas y con la misma intensidad en las mismas situaciones. Por ejemplo: unos pueden disfrutar viajando en avión, mientras otros pueden estar estresados durante todo el viaje; algunos hacen del hablar en público su profesión y lo disfrutan, mientras otros pueden sentirse incómodos hablando incluso frente a una sola persona.
ESTRÉS, EUSTRÉS Y DISTRÉS:
Existe un estrés positivo: el eustrés capaz de llenar nuestra vida de energía y vigor, de permitirnos experimentar la existencia como el mejor de los regalos, permitiendo una activación de todos nuestros sistemas de forma que sus procesos se lleven a cabo de la forma más armoniosa posible dando por resultado una vida saludable y sublime.
Existe un estrés negativo: el distrés, capaz de convertir nuestra vida en la antesala del infierno, de arruinar nuestros órganos internos y nuestra existencia entera, de quebrantar nuestro cuerpo y nuestra alma.
Estrés: El estrés es la respuesta automática y natural de nuestro cuerpo ante las situaciones que nos resultan amenazadoras o desafiantes. El estrés, es toda demanda física o psicológica que se le haga al organismo.
Eustrés (estrés positivo): Es el estrés positivo, la relación con las impresiones del mundo externo y del interior no producen un desequilibrio orgánico, el cuerpo es capaz de enfrentarse a las situaciones e incluso obtiene sensaciones placenteras con ello, el eustrés permite experimentar el mundo como un lugar en que cada milímetro es delicioso.
Podemos comprender que el Eustrés no solo incrementa la vitalidad, salud y energía sino que además facilita la toma de decisiones que permitirán llevar la iniciativa en el desarrollo como ser humano, permitiendo un nivel de conciencia capaz de sentir la vida como una experiencia única y valiosa.
Distrés (estrés negativo): Es el estrés negativo, «estrés perjudicante o desagradable». Este tipo de estrés produce una sobrecarga de trabajo no asimilable, la cual eventualmente desencadena un desequilibrio fisiológico y psicológico que termina en una reducción en la productividad del individuo, la aparición de enfermedades psicosomáticas y también en un envejecimiento acelerado. Es todo lo que produce una sensación desagradable. La vida cotidiana se encuentra repleta de los estresantes negativos, tales como un mal ambiente de trabajo, el fracaso, la ruptura familiar, un duelo, entre otros.
Un mismo estrés puede ser positivo para unos y negativo para otros, como lo puede ser la promoción profesional. Esto implica que cada persona responde de diferentes manera ante los estresantes. Un estrés en principio positivo puede convertirse en nocivo por su intensidad. Por ejemplo: la crisis cardíaca del afortunado jugador de quinielas o de la lotería.
CAUSAS DEL ESTRÉS:
Fisiológicas: Estas causas están relacionadas con las enfermedades y lesiones del cuerpo que aumentan la tensión interior de la persona produciendo un nivel de estrés que se vuelve contraproducente hacia uno mismo. Por ejemplo, una enfermedad orgánica produce una reacción negativa en el campo emocional.
Psicológicas: Se relaciona con la vulnerabilidad emocional y cognitiva. Crisis vitales por determinados cambios: infancia, adolescencia, madurez, jubilación,vejez. Relaciones interpersonales conflictivas o insuficientes.Condiciones frustrantes de trabajo o estudio: excesiva exigencia o competitividad, monotonía, normas incongruentes, insatisfacción vocacional, etc.
Sociales: Cambios sociales en los que cada época trae nuevos retos a afrontar. Cambios tecnológicos acelerados que la persona no puede integrar, etc.
Ambientales: Polución ambiental, alimentación desnaturalizada con tóxicos industriales, lugares de trabajo con poca seguridad o con carga electrostática, microorganismos patógenos, catástrofes, etc.
FASES DEL ESTRÉS:
El Dr. Seyle dice que el estrés se manifiesta como un proceso que consta de tres fases que llama «Síndrome General de Adaptación». Al principio se da una fase en la cual todo nuestro organismo está en alarma. A ella le sigue la movilización del aguante físico, emocional y mental para resistir el estrés. La fase final es la etapa de agotamiento general. En las tres fases que forman el Síndrome General de Adaptación, se liberan en el organismo agentes químicos y hormonas que si se mantienen durante mucho tiempo terminan estresando al mismo.
Fase de Alarma: La fase de alarma ocurre cuando experimentamos una situación como un desafío que excede a nuestro control, por ejemplo un susto. Nos prepara para dar una respuesta casi inmediata a la situación que se nos presenta. Así, en esta fase nos esforzamos y luchamos para recuperar el control. Cuando pasa el susto nuestro organismo se relaja y recuperamos el estado de reposo. Si la situación de susto se mantiene de forma continua, pasamos a la siguiente fase. En esta fase el corazón late más fuerte y rápido subiendo la presión arterial. La sangre se desvía del estómago y de la piel hacia los músculos por si necesitamos realizar movimientos rápidos. Las pupilas se dilatan, la respiración aumenta y los músculos se contraen.
Fase de adaptación: Cuando no podemos cambiar la situación que se nos presenta el organismo moviliza todos los recursos disponibles para adaptarse a esta nueva situación. Esta fase dura más tiempo pero llega a su límite cuando se agota la energía.
En esta fase la presión arterial sube lentamente. Los tejidos del cuerpo retienen componentes químicos como el sodio. Las suprarrenales aumentan de tamaño y liberan cortisol al torrente sanguíneo, provocando una serie de cambios físicos. El nivel de colesterol aumenta y aparece una pérdida de potasio. Hay un aumento de la secreción de ácidos grasos. Disminuyen las defensas y aumenta el desequilibrio del estado emocional derivando hacia la depresión.
Fase de agotamiento: Al no poder cambiar la o las situaciones que producen estrés y no ver salida a la situación, se agotan todos nuestros recursos orgánicos y emocionales. El estrés continuo hace que el funcionamiento hormonal libere sustancias químicas que dañan a los tejidos abriendo posibilidades a diferentes enfermedades.
SIGNOS DE ADVERTENCIA:
Estudios de psicología moderna nos advierten que el estrés continuo puede generar estados de ansiedad que terminan bloqueando el funcionamiento de los procesos cognitivos; es decir, nuestra claridad mental. Las preocupaciones recurrentes, por ejemplo, pueden llegar a invadir nuestro sueño y mantenernos despiertos la mayor parte de la noche, y los miedos que se imponen sobre el resto de los pensamientos son capaces de distraernos de lo que estamos haciendo.
La característica central de la reacción que nos produce el estrés es la incertidumbre, una incertidumbre que dispara un estado de alerta para corroborar la eventualidad de una amenaza.
Signos emocionales:
- Apatía e indiferencia, ansiedad, miedo, sensación de inutilidad.
- Depresión, irritabilidad y estado defensivo.
- Fatiga mental: Problemas de concentración, pensamiento poco fluido, esfuerzo continuo, dificultad para emprender nuevas acciones.
- Negación: Ignorar síntomas, negar problemas, continuar trabajando a pesar de estar demasiado cansado para continuar.
- Arrebatos de emoción: Sentimientos que afloran y desaparecen súbitamente en lugar de perdurar como un estado de ánimo predominante.
- Preocupaciones y pensamientos obsesivos: Una conciencia continua del evento estresante que irrumpe de manera recurrente, más allá de los límites del pensamiento necesario para resolver un problema.
- Ideas intrusivas: Sorpresivas y súbitas, pensamientos que no tienen nada que ver con la tarea mental en curso.
- Pensamientos, sensaciones y emociones persistentes o ideas que la persona es incapaz de detener.
- Hipervigilancia: Un estado de alerta, indagación y búsqueda desproporcionada, que se caracteriza por una tensa expectativa.
- Insomnio: Imágenes e ideas persistentes que dificultan la conciliación del sueño.
- Malos sueños: Pesadillas y despertares angustiosos.
Signos de comportamiento:
- Evasión: Del trabajo, de las amistades, de la responsabilidad.
- Drogadicción: Alcoholismo, drogas, juego, derroche.
- Abandono: Atraso del trabajo, desaseo, vestir descuidado.
- Problemas legales: Deudas, infracciones, accidentes, robos, violencia.
Signos físicos:
- Enfermedades frecuentes de todo tipo, contracturas musculares y dolores de columna vertebral como lumbalgia, ciática o dolor cervical.
- Dolencias menores: Náuseas, insomnio, dolor de cabeza, problemas digestivos, cambios de peso, cambios de apetito, problemas sexuales.
- Agotamiento físico: Fatiga continua, cansancio sin causa.
TIPOS DE ESTRÉS:
Tipos de estrés, hay muchos (físico, psíquico, emocional, laboral, agudo, crónico, episódico, postraumático, etc.). Sin embargo, a nosotros nos gusta la clasificación del Dr. Hans Selye del Instituto Canadiense de estrés:
Acelerado: Es la típica persona que tiene constantemente el pie en el «acelerador del estrés»; está siempre dos pasos por delante de todos los demás, incluso de sí mismo. Pone en todo lo que hace más esfuerzo de lo requerido, independientemente de su prioridad e importancia; en el trabajo es conocido como el «alcohólico del trabajo», el que se siente insatisfecho si no trabaja más que todos. Suele ser de habla rápida e interrumpe frecuentemente los demás. Esta persona experimenta largos periodos de fatiga después de esfuerzos intensos. Su vulnerabilidad al estrés, nace de su costumbre de malgastar energía por mantenerse a tope en todo momento y cuando necesita energía adicional, ya no tiene más, no le queda y se hunde.
- Pie constantemente en el acelerador del estrés; conocido como el «alcohólico del trabajo».
- Todo necesita el 110% de esfuerzo, independientemente de su prioridad e importancia.
- Está siempre dos pasos por delante de todos, incluso de sí mismo.
- Habla rápida; interrumpe frecuentemente los demás.
- Largos periodos de fatiga después de esfuerzos intensos.
- Estado general de turbulencia emocional.
Preocupado: Es una persona que tiene muchas dificultades para apagar los pensamientos (dificultades para desconectarse). Siempre está excesivamente preocupado, pero raramente consigue resultados «constructivos». Piensa que preocupándose soluciona todos los problemas, pero de hecho no hace nada más que preocuparse por ellos. Frecuentemente tiene ansiedad sobre el futuro y angustias por el pasado (pudiendo derivar en un trastorno ansioso-depresivo). Suele crear problemas que no existen y convertir los pequeños problemas en cuestiones de vida o muerte. Está sujeto a dolores de cabeza por tensión (dolores tensionales). Su vulnerabilidad al estrés, deriva del desperdicio de energía causado por el mucho debate interno, que solo le sirve para mantener alto el nivel de preocupación.
- Tiene dificultad en apagar los pensamientos.
- Siempre está a 1000 de preocupación, pero raramente con resultados «constructivos».
- Frecuente ansiedad sobre el futuro y angustias por el pasado.
- Crea problemas que no existen y convierte los pequeños en cuestiones de vida o muerte.
- Recuperación lenta de situaciones altamente estresantes.
- Dolores de cabeza por tensión.
Caída en picado: Es una persona que vive al límite, con un estilo de vida de indulgencia y auto-abuso. Tiene hábitos de salud y de alimentación pésimos (fuma y/o bebe en exceso, usa tranquilizantes y estimulantes, antiácidos, etc.) A menudo obeso; no consigue mantenerse en un programa de ejercicio y/o dieta. Es un excelente candidato para sufrir un ataque al corazón sobre los 30 o 40 años. Además suele tener una gran variedad de molestias o enfermedades (migrañas, artritis, nauseas). Su vulnerabilidad al estrés, nace de su comportamiento auto-destructivo que debilita su físico.
- Vive al límite, con un estilo de vida de indulgencia y auto-abuso.
- Tiene hábitos de salud y alimentación muy malos (fuma y/o bebe en exceso, usa tranquilizantes y estimulantes, antiácidos, etc.)
- Candidato para un ataque de corazón en sus 30 o 40 años.
- Tiene una gran variedad de molestias o enfermedades (migrañas, artritis, nauseas).
- A menudo obeso; no consigue mantenerse en un programa de ejercicio y/o dieta.
A la Deriva: Es una persona que tiende a desperdiciar su energía en muchas opciones y actividades, o bien concentrándose solo en una (la familia, el deporte, el trabajo, etc.), sin que nada de esto le satisfaga del todo. De hecho tiene dificultad en saber realmente lo que quiere. Parece estar en perpetua «crisis de los 40» y por lo tanto siente que algo está seriamente faltando en su vida. Duda de que existan objetivos y satisfacciones, se siente como que está imposibilitado en convertirse en la persona ideal que quiere ser. Su vulnerabilidad al estrés, nace del desperdicio de energía causado por la incertidumbre psicológica sobre lo que le da satisfacción y le gusta.
- Tiende a desperdiciar su energía en muchas opciones o actividades.
- En perpetua «crisis de la media edad».
- A menudo insatisfecho, siente que algo está seriamente faltando en su vida.
- Duda que existan objetivos y satisfacciones en su vida.
- Siente como que está imposibilitado de convertirse en la persona ideal que quiere ser.
Solitario: Es una persona que tiende a sentirse solo, a menudo insatisfecho en las relaciones, aunque paradójicamente, pueda parecer «el rey de la fiesta». Puede sentirse incomodo con los demás, aunque a menudo lo camufla tras una sonrisa. No sabe cómo establecer relaciones de confianza con la gente y por lo tanto se siente solo a la hora de manejar preocupaciones y cargas. A menudo en el lugar de trabajo no se siente integrado. Las relaciones emotivas son un ancla emocional importante para la gestión del estrés; de hecho, en este tipo de personas la vulnerabilidad al estrés nace exactamente de la falta de esas anclas, que le obliga a desperdiciar energía en el intento de controlar o suprimir sus emociones más fuertes.
- Se siente solo, a menudo insatisfecho en las relaciones.
- Puede sentirse incomodo con los demás, aunque a menudo lo camufla tras una sonrisa.
- No sabe cómo establecer relaciones de confianza con la gente.
- Se siente solo en manejar preocupaciones y cargas.
- En el lugar de trabajo no se siente integrado.
Debilucho: es una persona que vive constantemente en «crisis de energía»; su energía a menudo se desvanece antes del mediodía. Siente que cualquier actividad es demasiada cosa para hacerla. Sufre frecuentes dolores musculares y molestia en los lumbares, así como dolores de cabeza y periodos de intensa depresión. Su vulnerabilidad al estrés, es debida al estar físicamente en baja forma y no tener vigor y energía para responder a los estresores de una manera sana y equilibrada.
- Constantemente en «crisis de energía».
- Su energía a menudo se desvanece antes del mediodía.
- Frecuentes dolores musculares y molestia en los lumbares; dolores de cabeza.
- A veces deprimido.
- Siente que cualquier actividad es demasiada cosa para hacerla.
CAMBIAR EL DISTRÉS (estrés negativo) POR EUSTRÉS (estrés positivo):
Lo que el corazón quiere, la mente se lo muestra. Hasta ahora lo decían los iluminados, los meditadores y los sabios; ahora también lo dice la ciencia: son nuestros pensamientos los que en gran medida han creado y crean continuamente nuestro mundo. «Hoy sabemos que la confianza en uno mismo, el entusiasmo y la ilusión tienen la capacidad de favorecer las funciones superiores del cerebro. La zona prefrontal del cerebro, el lugar donde tiene lugar el pensamiento más avanzado, donde se inventa nuestro futuro, donde valoramos alternativas y estrategias para solucionar los problemas y tomar decisiones, está tremendamente influida por el sistema límbico, que es nuestro cerebro emocional. Por eso, lo que el corazón quiere sentir, la mente se lo acaba mostrando». Hay que entrenar esa mente. Una persona ilusionada, comprometida y que confía en sí misma puede ir mucho más allá de lo que cabría esperar por su trayectoria.
Existe una conexión entre el pensamiento, la palabra, la mentalidad y la fisiología del ser humano. Una conexión que desafía el paradigma tradicional. El pensamiento y la palabra son una forma de energía vital que tiene la capacidad (y ha sido demostrado de forma sostenible) de interactuar con el organismo y producir cambios físicos muy profundos.
Se ha demostrado en diversos estudios científicos que un minuto entreteniéndose con un pensamiento negativo, deja el sistema inmunitario en una situación delicada durante seis horas. El distrés, esa sensación de agobio permanente, produce cambios muy sorprendentes en el funcionamiento del cerebro y en la constelación hormonal.
El distrés tiene la capacidad de lesionar neuronas de la memoria y del aprendizaje localizadas en el hipocampo. Y afecta a nuestra capacidad intelectual porque deja sin riego sanguíneo aquellas zonas del cerebro más necesarias para tomar decisiones adecuadas.
Tenemos recursos para combatir al enemigo interior. Un valioso recurso contra la preocupación es llevar la atención a la respiración abdominal, que tiene por sí sola la capacidad de producir cambios en el cerebro. Favorece la secreción de hormonas como la serotonina y la endorfina y mejora la sintonía de los ritmos cerebrales entre los dos hemisferios.
Debemos sacar el foco de atención de esos pensamientos negativos que nos están alterando, provocando desánimo, ira o preocupación, y que hacen que nuestras decisiones partan desde un punto de vista inadecuado. Es más inteligente, no más razonable, llevar el foco de atención a la respiración, que tiene la capacidad de serenar nuestro estado mental.
Siempre encontraremos razones para justificar nuestro mal humor, estrés o tristeza, y esa es una línea determinada de pensamiento. Pero cuando nos basamos en cómo queremos vivir, por ejemplo sin tristeza, aparece otra línea. Son más importantes el qué y el porqué que el cómo. Lo que el corazón quiere sentir, la mente se lo acaba mostrando.
Cuando nuestro cerebro da un significado a algo, nosotros lo vivimos como la absoluta realidad, sin ser conscientes de que sólo es una interpretación de la realidad. La palabra es una forma de energía vital. Se ha podido fotografiar con tomografía de emisión de positrones cómo las personas que decidieron hablarse a sí mismas de una manera más positiva, específicamente personas con trastornos psiquiátricos, consiguieron remodelar físicamente su estructura cerebral, precisamente los circuitos que les generaban estas enfermedades.
Podemos cambiar nuestro cerebro con buenas palabras. Santiago Ramón y Cajal, premio Nobel de Medicina en 1906, dijo una frase tremendamente potente que en su momento pensamos que era metafórica. Ahora sabemos que es literal: «Todo ser humano, si se lo propone, puede ser escultor de su propio cerebro».
Según cómo nos hablamos a nosotros mismos moldeamos nuestras emociones, que cambian nuestras percepciones. La transformación del observador (nosotros) altera el proceso observado. No vemos el mundo que es, vemos el mundo que somos.
Las palabras por sí solas activan los núcleos amigdalinos. Pueden activar, por ejemplo, los núcleos del miedo que transforman las hormonas y los procesos mentales. Científicos de Harward han demostrado que cuando la persona consigue reducir esa cacofonía interior y entrar en el silencio, las migrañas y el dolor coronario pueden reducirse un 80%.
Solemos confundir nuestros puntos de vista con la verdad, y eso se transmite: la percepción va más allá de la razón. Según estudios de Albert Merhabian, de la Universidad de California (UCLA), el 93% del impacto de una comunicación va por debajo de la conciencia.
Nos cuesta cambiar porque el miedo nos impide salir de la zona de confort, tendemos a la seguridad de lo conocido, y esa actitud nos impide realizarnos. Para crecer hay que salir de esa zona.
La mayor parte de los actos de nuestra vida se rigen por el inconsciente. Reaccionamos según unos automatismos que hemos ido incorporando. Pensamos que la espontaneidad es un valor; pero para que haya espontaneidad primero ha de haber preparación, sino sólo hay automatismos. Cada vez estoy más convencido del poder que tiene el entrenamiento de la mente.
Cambia tus hábitos de pensamiento y entrena tu integridad honrando tu propia palabra. Cuando decimos «voy a hacer esto» y no lo hacemos alteramos físicamente nuestro cerebro. El mayor potencial es la conciencia.
Ver lo que hay y aceptarlo; si nos aceptamos por lo que somos y por lo que no somos, podemos cambiar. Lo que se resiste persiste. La aceptación es el núcleo de la transformación.
Sin fe en uno mismo hay temor, el temor produce violencia, la violencia produce destrucción, por eso, la fe interna supera la destrucción.
En la Clínica Hipnos tratamos todo tipo de trastornos asociados al estrés.
Método en hipnosis propio y exclusivo.